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: ITFIPVIRTUAL Rev. Electrónica INVESTIG. TECNOL.EDUC. (En línea) ISSN: 2539-2506 (En linea) - Vol. I Num. 2. - Diciembre 2017
proponer alternativas de acción en el proceso de
transformación e implementación de las nuevas
tendencias educativas y/o pedagógicas, de
acuerdo a las necesidades focalizadas en los
contextos educativos. Sin embargo, las actuales
posturas de diversos gobiernos es ahincar los
esfuerzos en la desprofesionalización según lo
expresa Torres del Castillo (1998)
“Las polticas y medidas que se
han aplicado en los últimos años
ante el “problema docente”, tanto
a escala global como nacional,
están lejos de responder a la
complejidad y la urgencia de la
situación y, más bien, están
contribuyendo a reforzar algunas
de las tendencias más negativas
hacia la desprofesionalización del
magisterio… La escasa o nula
participación y consulta a los
docentes y sus organizaciones en
torno a las políticas educativas y a
la formación docente, de manera
específica, ha seguido siendo la
norma en los procesos de reforma,
con la previsible resistencia y
hasta rechazo activo del
magisterio en muchos casos”. (p.
6)
Afirmación que contrasta precisamente con la
idea planteada por Giaccaglia (2009) en la cual
declara “En este contexto, las tecnologías
digitales adquieren una importancia fundamental
dado que, por un lado, vehiculizan una acelerada
transformación del capitalismo que parece
fortalecerse con la metamorfosis y, por el otro,
instauran una nueva lógica de poder…”
(Giaccaglia. 2009. p. 1). Es decir, estamos
asistiendo a la implementación de un
instrumento de poder en el cual los gobiernos
imponen y aseguran sus intereses, gracias al
condicionamiento al que someten a la nueva
generación no solo al uso permanente sino a la
dependencia social y económica.
Es decir, hay a nivel del sistema educativo y las
políticas educativas aplicadas, un interés de
renovación de la práctica pedagógica, incluso
desde las TIC, como declara Chaile (2007)
“…capacitar a los docentes — sea desde la
Formación Inicial o a través de la actualización
profesional — para que incorporen
competencias, habilidades cognitivas y
estrategias didácticas de mejor encaje con las
condiciones de trabajo” (p. 217); pero estas
muchas veces no obedecen a las características
institucionales. Dado que en muchos casos
incluso se carece de la infraestructura y mucha
más de la suficiente capacitación para sumirla.
Lo que denota cierto grado de escepticismo en
los docentes
Pero frente a esta realidad de dilemas y
tensiones existen otras que constituyen
realmente verdaderos retos y que resulta
necesario analizar con el fin de ampliar nuestra
mirada a esta experiencia de transformación de
nuestra manera de educar.
Existe al parecer un temor por romper esquemas
didácticos, pues aún se vive la tensión entre la
permanencia cotidiana de la enseñanza bajo la
guía del modelo tradicional, frente a los intentos
por expandir los denominados modelos
didácticos o pedagógicos contemporáneos.
Hecho que evidencia la falta de cambios
curriculares no solo en las instituciones
educativas, sino esencialmente en las
Universidades, en las que aún se forman
profesionales para impartir una educación desde
los contenidos, y no para las competencias, y
muchos menos forman profesionales de la
educación para ejercer su labor desde y para las
mediaciones tecnológicas, y por el contrario se
continúa asumiéndolas como un agregado
ocasional. Haciendo caso omiso a la tendencia
de establecer según Salinas (s/F) “una nueva
configuración de la enseñanza que puede
superar las deficiencias de los sistemas
convencionales” (p. 2).
Desde la perspectiva institucional, otro factor que
llama la atención es el hecho que los planes de
estudio están descontextualizados ante las
exigencias de un mundo mediatizado. Dado que,
si la pretención es la tecnologización de la
enseñanza, valdría preguntarnos, ¿Por qué solo
se imparten en las instituciones dos horas de
clases en la semana de Tecnología e
informática? ¿Por qué no se transversaliza el
área de informática, al igual que se hace con la
clase de lenguaje? ¿Por qué las pruebas de
Estado (Pruebas saber), no miden los niveles de
impacto de las mediaciones tecnológicas en el
desarrollo de competencias de los estudiantes?
Todas estas inquietudes nos permiten reconocer
los vacíos subyacentes en el proceso de
implementación de las mediaciones
tecnológicas. Esta innegable realidad contrasta
con lo planteado por Toledo (s/f), “el conflicto ya
no se plantea en término de “acceso” a las
tecnologías —que, por otro lado, nadie puede
negar— sino de “tener que usarlas” y no saber.
Entonces es, a la vez, un problema de
conocimiento”. (s/p)
La comprensión del papel del docente en el
entramado de la estructura educativa. El docente
es un sujeto pasivo establecido para aplicar las
disposiciones gubernamentales en materia
educativa, más no sujeto activo en la
construcción de las estrategias de cambio. Así
mismo, el nivel de remuneración económica
otorgada a los profesionales docentes aún es
muy bajo con relación al nivel de compromiso y
exigencias por parte del MEN, lo que genera
descontento en la manera de asumir sus propios
compromisos y responsabilidades, situación
evidenciada por que como afirma Torres (1998)
“está aún por hacerse la conexión entre el
objetivo declarado del “mejoramiento de la
calidad de la educación” —consigna de la
reforma educativa en la presente década— y el
mejoramiento de la calidad docente, condición
necesaria de dicha mejoría” (p. 7). Experiencia
que lógicamente contrasta entre política